Un día compráis una plantichuela que os atrae por la perfección de sus regordetas hojas y de esos detalles que parecen pintados y perfilados a plumilla con algún borrón que otro.
Mi fiel compañera, la cámara de fotos que me acompaña como siempre. Me muevo con lentitud para que sea más largo el tiempo que no el espacio.
Observo, me acerco y la redescubro.
Es así como me cautivó.
Sigue viva en su pequeño recipiente. Algún mal viento llegó a tronchar sus carnosos tallos pero aún y así rotos sigue ahí.
Ella no se va a perder esta primavera.
Además el blanco y negro le sienta muy bien.
Las crasas esas supervivientes de nuestras ventanas, nuestros balcones y rincones olvidados no nos abandonan. No las abandonemos nosotros, piden muy poco. Se desarrollan lentamente y cuando se nos pasa el furor de haberlas adquirido las olvidamos y un día como hoy nos reencontramos.
Somos supervivientes.