Es como esas malas duermevelas en las que empalmas imágenes inconexas, disparatadas y que te dejan dolor de cabeza al despertar. Les llamamos pesadillas, y sabemos que solo son el fruto de nuestra mente dormida y descontrolada y a partir de ahí el día coje su rutina y tu te montas en ella.
Pero no.
Mi niña interior me tiende la mano una vez más y el pequeño jardín se transforma en un gran mundo para explorar y mi mente se libera.
Las minúsculas flores de la siempreviva abren sus transparentes ojos hechos de lluvia y captan fragmentos del jardín pero no llegan a ver al insecto que subido en ella prepara un salto hacia una dirección que solo él sabe.
El fruto del Prunus nigra, ciruelo borde, parece caramelizado pero ni es azúcar ni estará dulce. Efímeras gotas de agua lo revisten hasta cubrirlo por completo para luego lanzarse al vacío y dejarlo ahí suspendido. Nadie más que mi niña interior lo puede ver.
Los rosales están a punto, llenos de capullos reventones, y algunos, no todos tienen ojos, esos ojos transparentes, brillantes que se cruzan con los ojos de esa niña interior que pasea por el pequeño jardín como si de un gran mundo fuera.
Esa niña interior no me ha dejado nunca. Empezó a hacerme compañía entre las macetas de la casa vieja, callada no se podía hablar, era la hora de la siesta y los mayores dormían y si hacía ruido se podían despertar. El juego silencioso podía durar horas.
Este juego de ahora está durando días y entonces la niña sabía cuando podía acabar, ahora no.
3 comentarios:
Buenos días, muy bonitas las fotos y preciosos textos Azucena
Buenos días, Azucena
Me alegro verte por el jardín
Pronto las azucenas abrirán. Te las brindaré
Muy lindas las fotografías. Un beso.
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