Yo quería que en mi jardín hubieran amapolas porque si en los campos habían, por qué no en un mágico jardín y compraba semillas de amapolas las sembraba y no salían y así durante varios años... y no salían. Dejé de comprar semillas de amapolas y que no salieran era lo de esperar.
Hasta que hace tres primaveras una plantichuela por aquí y otra por allá. OH, sorpresa!! las amapolas habían decidido venirse a vivir a este lugar.
¿Me pregunto qué es lo que ha sucedido? Sé la respuesta que me voy a dar, aunque tal vez base científica no tenga. ¿Qué fue antes la amapola o la semilla? ... o era un huevo.
A estas alturas y dado como como un virus nos ha paralizado a aquellos que pensábamos que eso era de otros lugares ya no me apetece hacerme la pregunta de por qué yo sembraba y no salía y ahora que no siembro sale.
Eso sí, siempre he sabido que las amapolas son espíritus libres en la Naturaleza. No permiten que se las corte y sean llevadas a ningún florero, si se ven en ese trance se defienden despojándose de su belleza y perdiendo todo lo que nos llevó a arrancarla de su espacio vital y de su ciclo. Se nos quedan entre las manos inertes como rechazo a nuestra intromisión en su vida.
Las amapolas visitan este jardín cada primavera y a pesar de que yo vuelvo a intervenir quitándoles su rojo color porque como humana que soy manipulo su aspecto, a ella le da igual porque esto no es natural y ella sí lo és.
Su color rojo intenso su flexibilidad y su aparente fragilidad al ojo humano las hace hermosas y deseables. Desde nuestro encierro solo podemos ahora imaginarlas tiñendo los campos vacíos de humanos y llenos de esas vidas que tan poco respetamos.
Gran reflexión, Isabel, y hermosas imágenes llenas de belleza ya sea en rojo como en blanco y negro.
ResponderEliminarMe alegra saber ques estás bien ;)
Muchos besos.
Muchas gracias Montse.
ResponderEliminarYo también me alegro de verte y además doble alegría porque eso me dice que debes estar bien.
Besos también te mando.
Precioso Isabel, me ha encantado. Besos.
ResponderEliminar¡Cuanta belleza encierra una flor tan humilde!
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